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Cuando la justicia se tiñe de sangre
Opinión de
Hay escenas que no son solo noticia: son una radiografía de la corrupción.
El asesinato del abogado David Cohen Sacal, a la salida de la Ciudad Judicial, no fue un hecho aislado ni un acto de violencia privada: fue un mensaje. Un mensaje dirigido al corazón del sistema judicial, no solo de la capital, sino del país entero.
Como abogada y exlitigante, sé lo que significa confiar la vida y la verdad a un proceso judicial, creyendo que la ley es el único idioma posible. Pero también sé —porque lo viví— que la justicia no siempre se imparte desde la serenidad de la toga, sino desde la corrupción, la impunidad y la indefensión que se han normalizado en muchos rincones del país, tanto en lo local como en lo federal.
Un joven confesó haber cobrado 30 mil pesos por apretar el gatillo. Treinta mil pesos por mandar un mensaje en la puerta misma de la justicia. Quien crea que eso fue un hecho aislado no entiende la dimensión de lo que estamos enfrentando como sociedad.
Y lo más preocupante no es solamente quién disparó, sino por qué eligieron la puerta de los tribunales como escenario. El Tribunal respondió con comunicados tibios y silencios cómodos. Cuando una institución se refugia en las formas mientras la sangre seca en su entrada, la omisión se vuelve cómplice. Y esa omisión tiene nombre colectivo: falta de liderazgo judicial.
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