FGR: El enemigo interno

La salida de Alejandro Gertz Manero de la Fiscalía General de la República (FGR) no debe leerse únicamente como una decisión política, sino como resultado de una inercia institucional insostenible. Frente a una ciudadanía que exige resultados tangibles en materia de justicia y seguridad, la FGR se convirtió en un actor pasivo, sin capacidad para responder a la dimensión del problema. Su desconexión operativa con otras áreas del gabinete y la falta de eficiencia procesal marcaron el agotamiento de una etapa.

FGR rebasada. Con más de 37 mil generadores de violencia detenidos por Defensa, Marina y la SSPC, la mayoría de estos casos no pasó del aseguramiento inicial. Las carpetas están mal integradas por las fiscalías estatales que no están recibiendo apoyo de la FGR. Éstas están congeladas o simplemente no han logrado judicializarse. El costo político de la impunidad podría recaer en el gobierno federal.

La AIC desactivada. Durante la gestión de Omar García Harfuch al frente de la Agencia de Investigación Criminal (AIC), la agencia funcionó como un brazo técnico eficaz. Tras su salida, la AIC perdió fuerza operativa y quedó subordinada a una fiscalía sin estrategia de investigación moderna ni capacidad de articulación con inteligencia civil o militar.

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