EN LA TRIBUNA… Noches de octubre de un tlaxcalteca en Tlatelolco
Por Parménides Ortiz Cano.
Recién nacido apenas salido del cascarón fui llevado a un departamento a sobrevivir en Tlatelolco. Digo sobrevivir porque desde que nací he sido un verdadero guerrero en esta vida, al nacer por cesárea del vientre de mi madre.
Cursé mis primeras letras y operaciones algebraicas en la misma unidad habitacional tanto como en la escuela secundaria técnica 23 en la colonia Guerrero.
Ser tlaxcalteca representó para mí un enorme reto de sobrevivencia en donde las pandillas se cantaban tiro por viaje en cada momento, pero más aún a los tlaxcaltecas con un bullying recargado por todas las culturas que convergían en Tlatelolco.
Como buen Guerrero me crecí al castigo y con buenos maestros que comprendieron el genio creador de este muchacho, me convertí en tetracampeón en la secundaria; de declamación, oratoria, español y matemáticas.
Grandes abolladuras causé a los oradores y declamadores en la Ciudad de México antes Distrito Federal, durante los certámenes escolares, pasando por los de zona y desde luego las del nivel entidad federativa. Ya picado y en el aire cursé la Escuela Nacional de Maestros y la Escuela Nacional Preparatoria simultáneamente. Era una labor titánica levantarse desde antes de las 6 de la mañana para empezar mi formación académica. A las 7:30 en la escuela nacional, Allá por los rumbos del metro Normal y terminar el primer turno a las 3 p.m., para correr a la prepa 9 “Pedro de Alba” en el metro Basílica en donde también sufrí, pero más gocé el privilegio de ser tlaxcalteca.
Hoy día me complace mucho ver al rector de la UNAM con quien compartí las aulas y ver a la presidenta de la República con quien compartí las luchas en defensa de la educación superior y las cuotas universitarias congeladas desde ese entonces en $200 pesos.
Enfrentar a Miguel de la Madrid; entonces presidente no fue fácil; y sólo lo logré con la academia en ambas escuelas nacionales con prestigio, ahora internacional. Obligado por las circunstancias a defenderme no quedó de otra más que enarbolar las causas estudiantiles por conservar las becas e incluso la asignación automática de plazas que me permitió sustentar mi primera familia con mi primer hijo de nombre Azuan Ortiz Novelo.
Desde la infancia y adolescencia me especialicé en los altos edificios de Tlatelolco en la venta de aguacate, producto de la huerta de mi abuelo Pablo Ortiz Aguilar. Muchas veces los compartía en sabrosos tacos con mi flota:” Los poopers”. Lo anterior por ser uno de los miembros de una de las pandillas en Tlatelolco con más fama en todas las colonias aledañas como lo son: lan Guerrero, San Simón, Peralvillo, Tepito, Lagunilla, Nonoalco y el Nopal.
Me gustaba compartir los momentos en las canchas de fútbol, de tenis, de básquet, también en las pistas de patinaje. Pero también para solventar las necesidades básicas de quienes no tenían como yo, la posibilidad de llevarse sustento del alimento; por ello me solidaricé con el robo de famélico de muchos de mis compañeros a la entonces CONASUPO y las tiendas del ISSSTE.
Hace 30 años viví un septiembre negro sacudido por el sismo; terremoto, mejor dicho, que sacudió y solidarizó por primera vez a los habitantes de una ciudad agobiada por los derrumbes. Incendios y gritos de desesperación que salían de los sepulcros en que se convirtieron grandes edificios.
Incontables sus muertos. Ahí conocí a los topos participando con ellos y también a sus patrocinadores quienes confiaron en el valor de una juventud rebelde decidida a luchar hasta alcanzar la victoria de la vida… O perder la misma.
En el edificio Miguel Lerdo de Tejada en donde mis padres Don Rubén Ortiz Cabrera y la Comandanta Xóchitl Cano Briones, tenían un modesto departamento en la sección segunda, a las afueras del metro Tlatelolco viví y aprendí a vivir en condominio, solidarizándome, con mis vecinos y , a los que tuve que abandonar después de ser inhabitable por el terremoto que nunca olvido, para buscar rumbos mejores después de que sufrí por primera vez la represión en la escuela Nacional Preparatoria por haber liderado el comité de lucha de la prepa 9 en el C.E.U. logrando el ingreso a la Universidad autónoma de Tlaxcala, lo que representó para mí un nuevo reto. Lo anterior por no conocer a ninguno de los que ingresaban provenientes de los colegios de bachilleres.
Desde el primer momento de pisar la Universidad Autónoma luché por ampliar la matrícula de quienes no alcanzaban ficha para pasar de las aulas del colegio de bachilleres y de las normales a formar parte de las aulas universitarias, pero ese será tema de otra entrega.
(Continuará)