Opinión de Verónica Malo Guzmán
No lo dudo ni por un segundo. Seguirán los cambios en nuestra política nacional. Me refiero a aquellos que recrudezcan el autoritarismo. Un autoritarismo que fomentará Claudia Sheinbaum en contraposición a otros autoritarismos de los que ella y sus antepasados fueron víctimas. ¡Vaya ironía!
Los cambios transformacionales de mayor trascendencia serán los que se matizarán con la “femenización” del país, pero que esconderán una intolerancia sin parangón. Claudia, en sus 62 años de vida, siempre ha estado a la sombra de un hombre. Así que esos… cambios dirigidos por “el maestro” ya se sienten llegar desde la superficie hasta lo más sustantivo.
No lo dudo, si bien no lo deseo.
Si de deseos se tratara, querría que le fuera bien a México. Mas eso requiere que la presidenta deje las ideologías a un lado, pues a las más adecuadas políticas públicas no les sientan bien esas fobias que vienen acompañadas de prejuicios ideológicos. Ella carga con demasiados.
Reconozco que ante el cambio de gobierno hay muchísimas restricciones estructurales a las que se enfrentará la mandataria Sheinbaum y sus equipos de trabajo (incluyendo y empezando por la sombra de López Obrador que no presenta ningún síntoma de retirarse de la luz pública), pero aquí no hablo de esas restricciones, sino más allá de las mismas. Me refiero a lo que ya nos ha dejado ver la ejecutiva federal de ella misma; de lo qué hará y del cómo lo hará. Me pregunto si, ante la posibilidad de revocación de mandato en el 2027, ¿seguiremos viendo más obradorismo hasta que pase la fatídica fecha? Esto es, ¿continuará consecuentando a López Obrador?
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