López Obrador, como Juan Pablo, se fue pero se quedó
Opinión de
Con su especial sensibilidad para descifrar escenarios políticos conflictivos que lo puedan afectar o para aprovechar las circunstancias que le permitan tomar el control de los acontecimientos, el presidente emérito Andrés Manuel López Obrador salió del Palacio de Invierno de Palenque para defender su proyecto en uno de los ciclos políticos bajos que afectaron en los últimos dos meses la fuerza política de la presidenta Sheinbaum Pardo.
El solo anuncio de López Obrador de que regresaría a la política para defender a la democracia fue interpretado rápidamente en el escenario mediático como que la democracia lopezobradorista –hay que aclararlo– está en peligro, mucho por la desarticulación del bloque de la coalición dominante que escucha más a Palenque que a Palacio, con las expresiones de Donald Trump y sobre todo con las rebeliones internas por agendas propias como la del fiscal general Alejandro Gertz Manero.
De modo natural e inevitable, todo posicionamiento público del presidente emérito tiende a acotar en tensión dinámica los márgenes de maniobra de la presidenta constitucional en funciones, sobre todo porque Palacio Nacional insiste en que forma parte de un proyecto que definió, encabezó y ahora pastorea el presidente emérito. No se trata de reducirle capacidad o calidad al trabajo de la presidenta, sino de entender que en la política del viejo régimen priista todavía siguen vigente las reglas del juego que son las que determinan los (des)equilibrios de poder.
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