Opinión de Carlos Marín
En sus mensajes de hoy, la presidenta Claudia Sheinbaum tiene la irrepetible oportunidad de llamar a la conciliación y honrar la proclama “humanista” del “segundo piso” de la “cuarta transformación” que quiere levantar.
Si su predecesor fue el disruptor de los usos y costumbres de la clase política “neoliberal” con insistentes azuzamientos contra “adversarios conservadores, hipócritas y corruptos”, a la doctora le corresponde levantar el tiradero que hereday encabezar la reconstrucción de la destartalada vida pública del país.
En lo exterior debeconfiar en su canciller Juan Ramón de la Fuente para resolverel penoso problema generado por la majadería que ella y López Obrador cometieron con el jefe del Estado español salvaguardando la dignidad de ambas partes, y en lo interior ejercer un liderazgo de genuina estadista, respetando a los distintos sectoresy reforzando el exitoso compromiso “primero los pobres”.
Así mantendría su lealtad y gratitud con su correligionario, amigo y mentor.Pero no más.
Contra la percepción de quees “más dura” o “radical” que el ex presidente (yo no descalifico lo “radical” de nadie sino lo extremista), la señora tiene todo para reivindicar su sólida formaciónuniversitaria y política, aceptando que sus mayorías no tienen derecho a pasar por encima de las minorías que votaron en más de 40 por ciento por otras opciones.
Ojalá que su visita de mañana a Acapulco no la limite a una reunión con su gabinete de seguridad y la aproveche para chapalear en calles y casas anegadasenfatizando su empatía con la población damnificada, la misma de hace un año con la quien jamás condescendió López Obrador en sus viajes circunscritos a la zona naval cuando la ciudad fue devastada por Otis.
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