
Sheinbaum, presionada y atrapada
Opinión de
Eso de la sensibilidad no se le da mucho al gobierno de Claudia Sheinbaum, que comete errores importantes sin darse cuenta. Acaba de hacerlo con el nuevo embajador de Estados Unidos en México, Ronald Johnson, con quien un gesto de cortesía lo convirtieron en una descortesía. Johnson fue recibido por parte del gobierno mexicano por Roberto Velasco, jefe de la Unidad para América Latina de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Aunque el gesto no es parte del protocolo y lo que hace Velasco es más importante de lo que dice su título, es un rango menor al del embajador, cuyo par sería un subsecretario. Estas sutilezas no se le dan a este gobierno, y en el contexto actual cobran mayor relevancia.
Desde que John D. Negroponte llegó a México como embajador a finales de los 80 tras haber organizado un ejército mercenario en Honduras para hacer la guerra al gobierno sandinista en Nicaragua, ningún otro enviado estadounidense había generado tantas críticas por su perfil como Johnson. Pero a diferencia de Negroponte y muchísimos más, ningún nuevo embajador de Estados Unidos había llegado a México en un momento donde las relaciones bilaterales estuvieran bajo un intenso fuego cruzado por parte de Washington.
Johnson llegó a México el jueves, en una semana aciaga por la revelación de la gobernadora de Baja California, Marina del Pilar Ávila, que el gobierno de Estados Unidos le había revocado la visa. Esa acción provocó un cisma en el gobierno, antes incluso que se hiciera pública la cancelación de la visa, lo que confirmó a Sheinbaum la advertencia que había recibido de la Administración Trump siete semanas atrás sobre la revisión de visas a funcionarios, políticos, empresarios y artistas por parte del Departamento de Estado. No sabía a quiénes se las retirarían, ni cuándo empezaría, pero sobre advertencia no había engaño.
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