Opinión de José Rubinstein null
La nueva configuración del poder político en nuestro país, más que provenir de las urnas, fue mayoriteado por Morena y aliados, el 54% de sufragios recibidos, mediante imprecisa machincuepa, se convirtió en 74% de representatividad. Y de allí, a alcanzar la mayoría absoluta, nunca faltará un Yunes dispuesto a votar por causas ajenas, “haciendo caso a su conciencia”. En adelante, Morena podrá hacer los cambios constitucionales que considere y quien infrinja la Constitución, ameritará las sanciones correspondientes.
Impávidos, presenciamos la desactivación del Poder Judicial, a cargo del ahora Suprapoder Ejecutivo y del ya sometido Poder Legislativo, lo cual significa que el presidente de la República ejercerá un mando inédito. Afirmar que el supremo pueblo sabio así lo decidió, es una falacia, el pueblo no entregó el poder absoluto a un determinado partido político, ni imaginó que se trastocaría el equilibrio democrático. Acudiendo al recurrente término utilizado por López Obrador: “gatopardismo”, en que todo cambia para seguir igual, con la Reforma aludida, la 4T nos remonta a los más eximios tiempos del PRI. Es así como en palabras presidenciales “se consolida la primera etapa – ¿cuántas faltan?- de la Cuarta Transformación”.
En los próximos días septembrinos, se intentará eliminar o reestructurar los siguientes organismos: INAI, IFT, Cofece, CNH, CRE, Coneval y el Mejoredu. Antier se aprobó el reconocimiento a pueblos y comunidades indígenas y afromexicanas. Asimismo se pugnará por aprobar la Reforma Electoral, eliminando los diputados plurinominales y disminuyendo gastos de campañas políticas, además de aprobar la Reforma Energética, reforzando el papel de la CFE como entidad estratégica. Se espera también la consolidación de la Guardia Nacional bajo control de la SEDENA.
La columna completa, aquí: