
El Bestiario… Las velitas que no llegan para el pastel de Lorena Cuéllar
Opinión de Edgar García Gallegos
Sin gloria, sin festejo y con más sombras que luces, pasó el cuarto aniversario del gobierno de Lorena Cuéllar. Un 31 de agosto de 2021 asumió el cargo con la legitimidad de ser la más votada, pero cuatro años después su administración se sostiene más en discursos y cifras que en confianza ciudadana.
El dolor de cabeza ha sido siempre el mismo: Seguridad y Comunicación. Dos áreas que, lejos de blindar a la gobernadora, han pulverizado lo que quedaba de su reputación.
La Secretaría de Seguridad Ciudadana parece oficina de paso más que institución, y si no, vea la historia:
Alfredo Álvarez Valenzuela, primer titular, terminó prófugo y, dicen, escapó en la cajuela de un auto, llevándose algo más que expedientes: la credibilidad de su jefa.
Después llegó Maximino Hernández Pulido, operador reciclado, que no pudo levantar la imagen de la corporación.
Cuando todo parecía que las cosas se compondrían con la llegada de su fiel escudero como encargado, Guadalupe Ballesteros, tampoco le alcanzó para ser ratificado.
Raúl Ruiz García, militar, renunció tras la muerte de una estudiante de la Normal Rural en un operativo represivo y un regaño público desde Palacio.
Luego, Ramón Celaya Gamboa, presentado como el “gran refuerzo”, terminó saliendo por la puerta de atrás y riéndose en redes del “estado más seguro del país” mientras seis cuerpos decapitados aparecían en suelo tlaxcalteca. El relevo temporal con Ángel Zamora apenas duró lo necesario para cubrir el vacío.
Hoy, el cargo lo ocupa el marino Alberto Martín Perea Marrufo, pero a él le estalló la crisis penitenciaria: denuncias de reclusos que salían de noche a delinquir con protección oficial y un exdirector de Ceresos prófugo con orden de aprehensión. La cereza en el pastel de un sistema carcelario desfondado.
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