LA LIGEREZA Y la manera con la que el Presidente Andrés Manuel López Obrador se toma la crisis que se vive en el Poder Judicial Federal resulta grave y preocupante, por decir lo menos.
Hay de dos sopas: o el inquilino de Palacio Nacional no entiende las posibles consecuencias, o las quiere, las desea y las necesita políticamente.
Históricamente, las grandes concentraciones de poder en distintas partes del mundo se han dado ante una profunda crisis social, política, legal, económica y jurídica.
Generalmente se provocan con esa intención: solo desde el terror se logran las dictaduras; el problema aquí tiene varias aristas, de las que vale la pena destacar tan solo dos.
Por un lado esta crisis judicial que tiene su origen en el choque con la Suprema Corte de Justicia de la Nación, refleja en el ámbito internacional una profunda preocupación por la falta de Estado de Derecho, legalidad y justicia.
En medios internacionales ven el actuar del tabasqueño, arrollando a la instancia que preside Norma Piña y al INE, en tiempos de Lorenzo Córdova, con fines propios del inicio de una dictadura, aunque “ya se vaya”.
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