Por Edgar García Gallegos
El asesinato de un empresario del ramo de hidrocarburos en Apetatitlán ha dejado más preguntas que respuestas entre la población tlaxcalteca. La tranquilidad de una mañana cualquiera fue brutalmente interrumpida cuando dos hombres armados en motocicleta llegaron a la gasolinera «BP» y, a sangre fría, dispararon contra el dueño y su chofer. El empresario falleció en el lugar, y el conductor resultó gravemente herido y fue trasladado de emergencia al hospital.
Este trágico hecho no solo sacudió al estado por su brutalidad, sino que también sembró profundas dudas y temores. La pregunta que muchos se hacen es: ¿quién está atrás?
El modus operandi de los atacantes, vestidos con un uniforme tipo despachador, genera preocupación sobre la planificación detrás del asesinato. El hecho de que esperaran la llegada del empresario, para luego huir con la misma precisión, evidencia que no se trató de un ataque fortuito, sino de una ejecución premeditada, y parecía un guion sacado de una serie del Chapo o del propio Pablo Escobar.
A pesar de que las autoridades acudieron al lugar y acordonaron la zona para iniciar las investigaciones, la ciudadanía no ha recibido información clara sobre avances en la captura de los homicidas. El miedo se ha instalado en Apetatitlán y sus alrededores. La pregunta en boca de todos es inevitable: ¿cuánto tiempo más seguirán libres los responsables?
El crimen ocurrió a plena luz del día, a escasos metros de una escuela primaria. La cercanía con una zona escolar solo acentúa el desasosiego de los habitantes, quienes se preguntan: ¿cuán vulnerables somos realmente en nuestro entorno? Si un empresario conocido y respetado puede ser asesinado de manera tan pública, ¿quién puede sentirse realmente seguro?
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