Opinión de Fernando Vázquez
Comienza una nueva etapa de la vida de México. El viejo régimen terminó.
Se trató de un paréntesis en la historia nacional. Una democracia endeble que no terminó de cuajar. Fueron 27 años —de 1977 al 2024— de experimento aperturista que tuvo alternancias pero careció del talento de una clase política que ideara una transición.
Los vicios de la democracia tuvieron mayor peso que sus cualidades. La razón central es una: la democracia sirve para muchas cosas, pero no para comer.
En medio de una pobreza lacerante y una desigualdad brutal, los cimientos de la democracia se fueron socavando.
Hoy comienza algo nuevo. Aún no sabemos qué será.
El país enfrenta desafíos enormes: la inseguridad rampante, finanzas públicas comprometidas, una economía que no despega y un sistema de salud desbielado.
Bajo esto, un estado autoritario renaciente.
La primera novedad del gobierno que arranca es que estará presidido por una mujer. La segunda, es que este será el primer gobierno de izquierda del siglo XXI. La tercera que enfrenta un mundo en plena transición.
Que haya llegado una mujer a la presidencia es una conquista histórica que tomó toda la historia en ocurrir, pero además 70 años desde que se obtuvo el derecho al voto. No es un hecho menor en un país en donde 10 mujeres son asesinadas al día y, de ellas, 3 por el hecho de ser mujeres. Hay una violencia cotidiana de género y una desproporción en las oportunidades. Un país no puede crecer si está cojo. México lo está.
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